Acerca de la poesía de Elbio Chitaro

El jueves 25 de mayo de 2023, en la Fundación Manolo Lima, se presentaron los dos últimos libros de Elbio Chitaro (Otra piedra, otro corazón y Mal que nos pese). La presentación de los mismos estuvo a cargo de Gonzalo Fonseca. A continuación les ofrecemos una transcripción de la misma.

Elbio Chitaro, poeta nacido en Durazno, 1961.

Dos veces primer premio nacional de literatura, 2010 y 2013, por Versión de Medea y por Idealidad de cántaro. Tres veces segundo premio nacional, en 2022, 2021 y 2018, por Aguantaraz, Preferiría no decirlo, y Extracción de la piedra de la locura según el método Moskalenko. Menciones en 2013, 2015 y 2018. Primer premio en el Concurso de poesía de los fondos concursables para el fomento artístico, por Palabras rotas, en 2010.

Publicaciones: Mal que nos pese, 2022; Otra piedra, otro corazón, 2022; Extracción de piedra de la locura según el método Moskalenko, 2021; Preferiría no decirlo, 2019; Aguantaraz, 2016; Idealidad de cántaro, 2014; La impureza, 2013; Palabras rotas, 2010; Versión de Medea, 2008; La tristeza de la madre del caballo, 2002.

Mal que nos pese: Tenemos desde el comienzo citas que podríamos considerar bíblicas, guiños a Machado, a Vallejo, a Homero en el catálogo de los mares de la Ilíada y reflexiones espirituales y existenciales que nos remontan a Platón y los antiguos. Como dijo el mismo Platón: “Debemos buscar para nuestros males otra causa que no sea Dios”. Pero también podríamos pasar por el Medioevo con San Agustín, Santo Tomás, y sus coetáneos medievales cristianos: Anselmo, Buenaventura, la causa del mal moral, la voluntad creada, la libertad de acción, el problema del bien y el mal, las contradicciones, inequidades, persistencias y consecuencias que han sido desde el principio de los tiempos, temas de profunda deliberación para filósofos, teólogos y poetas, así como la vida y la muerte ineludiblemente atadas e imposibles de referir sin lo anterior. Elbio nos dice, el poeta recuerda, porque lo sabe, que esos “calvarios del caído” terminan con/en las cenizas: “cenizas al final, clausura”.

En la tradición bíblica, la ceniza hace referencia a un sentimiento de humildad, particularmente delante de Dios. Le recuerda al cristiano su origen y su fin, y que la vida terrenal es temporal. Para el pueblo judío, la ceniza era un símbolo que representaba la fugacidad de la vida y el arrepentimiento de los pecados.

Entonces, en este libro breve, dividido en diez secciones, podemos hablar de una madurez del autor en una etapa de recuperación de afectos familiares, de retorno a las fuentes, al origen, aparece la madre, aparece lo difícil que fue su vida, aparece ese sentido de supervivencia “plegarias súbitas en el libro sin palabras”, los “puntos de fuga”, sobre “una piedra de lavar”, donde con picardía pregunta y se contesta “-¿En qué se parece el mar, más precisamente el fondo arenoso revuelto por criaturas abisales, la carnicería de mi barrio y la iglesia de Nuestro Señor Jesucristo? La gracia era que nadie supiera la respuesta”.

Otra piedra, otro corazón: Elbio, y nosotros, afirmamos que “Hay mucha historia detrás de este libro, mucha historia, mucha, mucha cosa. El lector no tiene por qué saberlo eso, ese es el juego de la poesía, tratar de decir aunque el lector no conozca”, y este libre está dedicado a Enrique Bacci, y tanto Gerardo Ciancio, Thiago Roca, Eduardo Curbelo, Roberto Genta Dorado como Elbio eran muy amigos de Bacci, un poeta singular, “una voz muy importante en el comienzo del siglo XXI. Nos unían muchas cosas, historias comunes, y yo me sentía muy hermanado con su forma de decir, muy hermanado, como me siento hermanado con otras escrituras, pero con Enrique era algo especial”. Al morir Bacci, el amigo con el que lo unía tanta cosa, Elbio queda quebrado, literalmente quebrado. Primero, porque se había muerto un hermano, y segundo, porque se habían distanciado, y de ahí que en este poemario aparece tanto la imagen del Judas, el Judas Iscariote en esta elegía de 24 partes. Como bien dice Teresa Korondi, hay “no solamente un diálogo con la memoria, sino que también dialoga intertextualmente con la creación de Bacci, subrayando una fascinación por el objeto poético. Una poética ligada a la experiencia del dolor, como cauterización de una herida que deja su marca permanente”.

Otra piedra, otro corazón: La piedra, símbolo que se ha usado como símbolo de lo eterno desde el principio de los tiempos por su resistencia y su capacidad de perpetuarse, de permanecer íntegra. Los celtas así la significaban y la usaban para marcar un sitio único para que los espíritus fueran a cohabitar con ellos, como en Stonehenge. Muchos de los rituales en las culturas irlandesas, escocesas o inglesas se conservan hasta ahora. Contrario a los celtas, para los griegos la piedra significó lo inerte, lo inanimado, y con el castigo que debían sufrir los humanos al transgredir las reglas de los dioses: el mito de Prometeo, amarrado a la piedra mientras el águila le comía el hígado cada día. Para los hebreos, en algunos salmos de David, la fuerza divina de Dios es equiparada a la roca que salva y que protege. Para los cristianos, Jesús es la roca, la fuente de vida eterna. En Mateo 16:18, la edificación de la iglesia cristiana se da bajo esos mismos parámetros: “Pedro, tú eres piedra y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”.

En el prólogo de Gerardo Ciancio leemos “La piedra (“ir por la poesía, brincando de piedra en piedra”) y el corazón (“a corazón abierto”)”. Ambos símbolos cargados de diversos significados en la historia de la cultura, devienen una misma entidad bifronte que se aparece como una posible clave de lectura. La piedra, en particular, en tanto signo que se presenta como uno de los ejes vertebradores de la escritura de este libro, se carga de significados, de dolor, tristeza, congoja por la muerte y la ausencia del amigo/poeta. Una piedra sensible, por tanto, de signo inverso a la piedra de Darío: “¿Cómo volver a verte otra vez, a la vera del camino, piedra que dejaste montaraz?”. Dice más Ciancio: “En este libro incomodan la poesía, la sintaxis, pero también el dolor y la muerte porque”, y cita al propio Chitaro en su libro La impureza: “La poesía debe incomodar hasta hacerse insoportable, como una cama de clavos de faquir, pero con algunos clavos menos”.

Si en Vallejo podemos aprender el despojo y el tono; de Huidobro el desenfado; de Neruda el ritmo respiratorio; y de Borges el rigor y el desvelo, de Elbio Chitaro podemos resaltar esa vivificante escritura que incomoda y obliga, nos interpela en forma y contenido fuera de la banalidad, lo inocuo o lo superfluo.

En la poesía de Elbio, el corazón y la piedra son tributo: el corazón, el más literario de los órganos de nuestro cuerpo, el más rico en metáforas, centro, causa oculta y eficaz de las cosas, víscera física y metafísica en el “corazón” del lenguaje poético, no solo instrumento proveedor de la clave vital, sino también voluntad de perdurar y permanecer – la vida enriquecida por millones de procesos y mecanismos, de combustiones y enlaces, de enriquecimientos y depuraciones.

“La vida es un proceso de conservación. La muerte es un proceso de separación” dice Novalis, entonces la vida es un hecho religioso en el sentido original de lo que religa, de lo que mantiene las cosas unidas unas con otras. El corazón conserva la vida y la difunde. El corazón, imaginario y múltiple, que está presente en la lengua del poeta y, como dice la escritura: “de la abundancia del corazón habla la lengua”.

En un reportaje en Estediaro de junio del 94, Gabriel Di Leone decía que “la literatura no es una fotografía de la realidad, la poesía es un hacer estrictamente personal y uno tiene que escribir como vive, eso, a veces aparece a nivel del lenguaje. Cuando uno renuncia a la explicación o a lo que es la simple explicación de la realidad y opta por una escritura que hurga más en el lector, busca que el lector sienta, consienta, busque por sí mismo”.

Inés Guridi decía que su padre, Renzo “Teflón”, le recomendó especialmente un libro de su biblioteca, una muy cuidada edición del Tao-Te-Ching (Dàodé Jīng) atribuido al “viejo maestro” Lao-Tsé, porque Renzo era fanático de la cultura oriental. Con ese libro, dice Inés, que entendió por primera vez que la poesía es encontrar palabras para decir cosas que el idioma parece no abarcar. “Cada vez que lo leo, encuentro un significado distinto”.

Eso es la poesía de Elbio Chitaro.

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