Acerca de Declaración Conjunta de Martín Palacio Gamboa

Declaración Conjunta

Quiero dejar despejadas un par de cosas antes de hacer frente a una microscópica aproximación a Declaración Conjunta: tengo una natural simpatía por el trabajo del polivalente Martín Palacio Gamboa, en tanto traductor, ensayista, poeta, escritor. El deber, es, (debería ser) despojarme de ese interés originario, tomar distancia y reseñar con cierta autonomía este disco grabado con tecnologías llanas, bien de entrecasa, pero el encanto de extraordinarias subordinaciones, me encierra en ésta, la exploración del trabajo del, (también), músico, que, en veinte minutos comprime nueve canciones juglarescas, milongas, blues, baladas, payadas y tango. Transitadas por el wok, con el viejo truco de las mejores recetas, con el justo fuego del despojamiento, Declaración Conjunta no logra ahuyentar lo indicado al inicio; por si buscaban el antitético, no hay tal: se amplifica la sugestión por el (los) compromiso(s) del autor. Conste así el mentís entre el deber ser, el exigente explícito y lo que se debe (debería) hacer (se). Al tomar voz, la expresión se aturde en canto, la batida trueca en plectro y la órbita se afianza. La pesquisa evidencia la conexión estilística, que, adquiere un favorecedor ramal temerario en la acción indivisa del válido autor.

  1. Con Más allá de las palabras, el poeta armoniza la milonga tradicional: los filamentos litorales del acero acuden a ruedas de destinos vagos (nieblas entre memorias blancas, flores del jazmín).  Los espejismos pandean entre guitarras azules y canciones de Caetano, en una Sansueña, do -ángel de papel-, que forja un Dostoyevsky. El infierno indeterminado, que no encantador, secuestra al hombre rutinario con ese, su ananké,  más allá de las soflamas y la gracia de Dios; comprime su embajada al sentido elemental y la presencia entrañable: el espíritu como foco de la ilusión intacta, la cruz del corazón en espera, detenido, joyel bucólico para carmesíes múltiples. El cowboy, el gaucho, el hombre solo, ocupa el sendero; el brote de los deberes rasga la talanquera y la algarada sujetada se respetará en tren, track tras track.
  2. Llagada de las primeras luces, Paloma herida, cursa la anécdota. El patriarca entona emocionado una cantilena centenaria, en la fiesta de bodas de Layla, de hermosísimos ojos negros, ataviada como una auténtica princesa, tras la algarabía de caderas, tambores y laúd. La soledad implacable, la partida, la voz desesperada del que no puede ni quiere olvidar –nadie hablará de ti, nadie ni nada-, corazón que nunca se calla, repiquetea el espíritu trágico y amatorio de esta historia reescrita por Palacio Gamboa en honor fronterizo chuiseño de libaneses musulmanes: Layla, hermana de Munir, hija de Mussa (que injertó entre sus ajuares esta canción de su aldea natal, desde la Siria del siglo XI). La reconstrucción del argumento en asiento de melodía originaria, al conocer el fatal destino de la recién desposada en uno de los tantos bombardeos con misiles, planta el vértice del respeto, la turbación y la reminiscencia personal en una exégesis vibrante y espléndida.
  3. En el verano de 1941, montados en un Caballo Verde y vestidos como milicianos, Miguel Hernández y el gilgameshesco Palacio Gamboa, se propusieron una Declaración conjunta romántica. En La Barra del Chuy, al parecer, y según consta en un larguísimo telegrama -con destino a los derechohabientes de Julio Herrera y Reissig-, encontrado en la casilla de la Western Telegraph Company Limited, guardado con celo oceánico por Horacio Laborda, fue garabateado el célebre Epítafio desmesurado a un poeta. La copla de manicomio calabozo, reluce algún retazo de fusilazo amarillento, a pesar del disparo de nieve que abriles luego, se hace corona solitaria en Silvio Rodríguez. Imaginada como canal de amor o molinete para el áquila sanguinaria, balada repicada, sello de transmisión agudo y notas merecidas con el último resuello, sangre de cuando en cuando, comezón que quiso ser trueno y se quedó en sollozo, gemido, lamento, concebida en su invicta juntada, queda cincelada la distinción o la poca estima, la exaltación o la detracción, asegún la vuelta de tuerca de la crítica en cosechas de avenencia.
  4. En este soliloquio en décimas del payador gaucho Calderón de la Barca, la rima se hace pericia, atajo para el gauderio orientable, Bela Lugosi. En el universo impar de la payada ecuménica, se cruzan a sablazo limpio, el histrión de apellido musical del finadísimo imperio de las Españas, versado en añagazas fantásticas, con su afín, el experto vate austral Palacio Gamboa, quien, requinto en ristre, atraviesa y demanda a sus rimadores distinguidos para proyectar comisiones en incruste de La menor. Que es la vida un frenesí y los sueños sueños son, como decía, afrentas más, afrentas menos, el concertista picante, Berugo Carámbula.
  5. Al andar el quinto tema, Palacio Gamboa se la juega en un lunfardo riverista, el de El Feo de Valentín Alsina, no el del colorado del arroyo Miguelete. En Milonga de amor impar, milonga de milongas transportada como oda a cata de paladares pasionales, el vate picotea en un megillotferviente. La sierpe y el ave se cruzan en atajos piadosos inexcusables, y así, como Mr Jhastrid al asomar a la calle da el mal paso en un fox-trot picaresco, el corazón se imagina coraza, el parche se instala en el flanco izquierdo. La fogosidad subyuga el encuentro y el amor brota como un filo de cuchillo en la canción. Cadícamo, Celedonio, Le Pera le arriman espalda a la redención: coexiste el contradictor cuando a su calle se asoma pero el alma le tira la soga para ver el primor íntegro;  entre veneno y veneno, entre beso y beso, la paica fiera renueva el arrebato de un taita rendido.
  6. Otra subvención correspondiente: en este caso entre el ciego de patio y aljibe, el bilingüe Borges y el políglota marginal montevideano-chuiseño. Con una guitarra apenas rascada y acordes al estilo balada setentista, voz en subibaja, la apuesta pasa por el gusto literario de Palacio Gamboa. Diez estrofas endecasílabas consonantes alternadas, en un poema lleno de trucos adorados por las profesoras de literatura de parroquia (hipérbole, prosopopeya, hipérbaton, poliséndeton, quiasmo, sinécdoque, metáfora, alegoría, etc.) para desmenuzar la envoltura de los iniciaciones, las evoluciones, las aduanas y la época,  en caracteres futuros y una retrospectiva de Límites en papeletamustia.
  7. En Amigo Baudelaire, un precioso blues acústico calado de spleen, el punteo solitario de los doce compases, negocia el ardor y matraquea al francés: recuerda que no hay un bar / donde el abismo se amonede / por un poco de clonazepam. En una guarnición solitaria, substraída, frota el cáustico y ancestral vinum, en éxodo cubierto y longevo: no hay un bar, hay profuso pulso. La observación del estado de ánimo creativo, coro carroñero y serafines de dispensario, se repiten en suspicacia y miramiento a los circunvales de pavor, muletilla repicada, París no era una flor del Pimodan, apenas sorbos con miel en eldawamesk, saudade de la modernidad. Palacio Gamboa rescata sus propios paraísos artificiales y, con una secuencia de voz, se percha al límite de un yo adicto. Colosal.
  8. Estatua de barro, en tándem con Hugo Emilio Pedemonte, es cantilena lijada al despertar de una alucinación. Apenas aferrado al hielo finísimo, bajo la lunfa de una yacente historia desgraciada, como en el libro de Daniel, el condenado se sumerge en rayaduras de mordidas solitarias.  Dominio roto de Nabucodonosor, fuelle con la música enmudecida de los dejos, la sordina del derrotado se sucucha, y el semblante apolillado del cuore, dolorida estatua. Es un estruendo imperioso el laberinto final, confusión de mistongo y esperanza, hoy siente la tristeza de ser tango / como si estar ya muerto no bastara. ¡Quelo parió, Mendieta!
  9. La balada Gatamaga, cilíndrica y de modulaciones etéreas apuntala el blindaje del final para Aquellos que no tienen más que un vidrio entre sus ojos. El maderamen del baladista se embaldosa, espera las uñas en la cruz y giba a punta de juramento y magulladura: la espinosa maña de no desertarcon el arma del olvido. La canción siega en el espacio tangible del diario afán, franquea el cáliz vivencial de las garras que no desdeñan el amor, amor que peregrina por todo el disco, el amor sin dudas.

https://martnpalaciogamboa.bandcamp.com/track/m-s-all-de-las-palabras-letra-y-m-sica-mart-n-palacio-gamboa

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