Acerca de Artistas de nuestra región

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El abanico de Lilia (“Artistas de Nuestra Región” – Lilia Muniz – Intendencia de Maldonado 2014)

Hacia finales de la década de los ’90, el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, finalizaba un trabajo documentado sobre la emigración de los campesinos desde las zonas rurales hacia las ciudades en distintos continentes: refugiados desposeídos huyendo de conflictos bélicos y/o de desastres naturales.

Presenció muchísimo sufrimiento y a la par, una gran valentía, pero sobre todo, una violencia y una brutalidad como nunca hubiera imaginado. Al terminar el proyecto este artista, fotógrafo universal de sólidos valores humanistas, había perdido toda fe en el futuro de la humanidad.

Sin embargo, se produce una coincidencia fortuita: su padre, les pide (a Sebastião y a su esposa Lélia) que se queden con una finca familiar, ex rancho ganadero en el Vale Do Rio Doce, en Minas Gerais. Había crecido allí, con sus siete hermanas, rodeados de vegetación tropical llena de aves y animales salvajes, de ríos sobrecargados de peces, entre onduladas colinas.

Sin embargo, ese paraíso había desaparecido por la deforestación y la erosión, que habían agotado la tierra.

Fue entonces que Lélia tuvo la audaz idea de recrear un bosque con las mismísimas especies autóctonas que antiguamente abundaban, a la espera del renacimiento del ecosistema. Plantaron más de trescientas especies diferentes de árboles que fueron dándole color a la tierra: las aves fueron regresando, las mariposas, los escarabajos, las flores tropicales. Con la reforestación, en lugar de convertirse en lluvias repentinas, las lluvias torrenciales fueron absorbidas por la tierra y con el tiempo permitieron que los ríos y arroyos fluyeran todo el año. Reaparecieron así los peces y hasta los caimanes: la capacidad de la naturaleza para restablecerse y una finca familiar pasaban a ser un parque nacional.

Esta Génesis, cuando todo era nada y era nada el principio y de la noche se hizo luz (Vox Dei dixit) hizo renacer en el creador Sebastião Salgado la confianza en el ser humano y su mundo circundante. Desde allí, Génesis; desde allí, nuevamente, la creación.

Establezco, en esta anécdota de un artista y su mujer, la analogía con el espíritu de nuestros creadores, de nuestros artistas plásticos regionales y el rescate patrimonial que Lilia Muniz, en un trabajo sólido, profesional, desacartonado, pone en valor para todos nosotros, hoy, aquí y ahora, pero además, y esto es de un inmenso valor, para las generaciones que nos sobrevivirán.

Lilia compendia por primera vez, y esto es fundacional, admirablemente fundacional, a los artistas de nuestra región, en base a los valores universales e intemporales, más allá de los tiempos históricos, expresando las circunstancias de un momento y una geografía, como los eternos valores que nos conectan con el ser humano de todos los tiempos: el nacimiento creativo, Génesis, desde el duro pigmento mineral, la madera, la fibra, el barro, la piedra, la combinación de materiales y medios, originando el hecho artístico, la creación como hecho existencial trascendente; el arte como elemento superador de certezas que nos desbordan, la transmisión de ideas y valores inherentes a lo mejor de la naturaleza humana, el componente estético, su función social, pedagógica, didáctica, docente, el arte como actividad esencial del ser humano.

Toda obra de arte nace de una infinita soledad, decía Rilke, para evidenciar la imposibilidad de la crítica para comprenderla, porque ese descendimiento no es mero viaje de placer con boleto de vuelta, sino aventura de muerte. Comprender la relación del arte con la muerte es comprender su significación como afirmación de la vida. Ese descender en sí, por la trayectoria de la interrogación, interrogación del sí, del mundo, de las cosas, y ese retorno expreso en soledad son sus atributos esenciales.

Cada artista, cada obra, es un resumen y un compendio de todos esos aspectos. Pero cada uno es eso, un cada uno irrepetible e indivisible. Lo paradójico, es que remitirnos a esa singularidad significa traicionar al artista, aislarlo de su empresa, que es, HUMANA Y UNIVERSAL. Por eso, es tan valioso este trabajo, en varios sentidos titánico, de Lilia. Como su casi tocaya Lélia, podemos imaginarla como anfitriona que invita a los artistas de la región a un encuentro, una celebración quizás, en ese bosque reconquistado y ya crecido.

Enorme celebración, si tenemos en cuenta que cada artista comparece con su obra.

Eso es este libro y sus lectores somos invitados de privilegio.

Maldonado, febrero de 2015


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